PERSONAJES


Puesto que la acción de estos relatos se sitúa mayoritariamente en la época medieval es normal que los personajes que predominan en estas narraciones sean nobles- condes, marqueses-, damas, pajes, es decir, se recrea un ambiente aristocrático. Los protagonistas de las Leyendas son casi siempre jóvenes enamorados impulsivos e imprudentes, y damas hermosas, pero perversas. Un ejemplo de personaje masculino puede ser el Fernando de "Los ojos verdes", que termina arrastrado a la muerte por su propia pasión. Beatriz, la protagonista de "El Monte de las Ánimas", es un ejemplo de esa mujer de belleza ideal pero que acarrea la desgracia de su enamorado.

"En un pequeño lugar de Aragón; y allá por los años de mil trescientos y pico, vivía retirado en su torre señorial un famoso caballero llamado don Dionís, el cual después de haber servido a su rey en la guerra contra infieles, descansaba a la sazón, entregado al alegre ejercicio de la caza, de las rudas fatigas de los combates". ("La corza blanca")

"El rey de Castilla marchaba a la guerra de moros, y para combatir con los enemigos de la religión había apellidado en son de guerra a todo lo más florido de la nobleza de sus reinos. Las silenciosas calles de Toledo resonaban noche y día con el marcial rumor de los atabales y los clarines, y ya en la morisca puerta de Visagra". ("El Cristo de la calavera")

"Era noble, había nacido entre el estruendo de las armas, y el insólito clamor de una trompa de guerra no le hubiera hecho levantar la cabeza un instante ni apartar sus ojos un punto del oscuro pergamino en que leía la última cantiga de un trovador".

Los que quisieran encontrarle, no lo debían buscar en el anchuroso patio de su castillo, donde los palafreneros domaban los potros, los pajes enseñaban a volar a los halcones, y los soldados se entretenían los días de reposo en afilar el hierro de su lanza contra una piedra". ("El rayo de luna")

Frente a ellos, los narradores pertenecen a clases sociales inferiores. El entorno de los protagonistas expresa sus temores y deseos. La descripción permite situar al lector en esa atmósfera que recrea el escritor. Dice Sebold:"Casi todas sus Leyendas las copias Bécquer al dictado «de labios de la gente del pueblo» («La cueva de la mora», 1863): ancianos, demandaderas, dueñas chismosas, muchachas muy buenas, etc., que son como unos médiums que con su vulgar credulidad hacen plausible lo sobrenatural. Alienta en cada uno de nosotros un crédulo hombre vulgar, punto fundamental para la poética de la literatura fantástica,"

La mujer becqueriana - según Rosario Delgado- aparece "presentada con una doble naturaleza, expresada de la siguiente manera:

1. La mujer como encarnación del espíritu del mal, la que causa con su belleza la perdición del hombre, es la mujer demonio, de naturaleza fantasmagórica, identificada muchas veces con el tema de la ondina que enamora al caballero y le induce a vivir con ella, ocasionándole la muerte. Es el caso de algunas leyendas como “Los ojos verdes”, “El beso” y “El rayo de Luna”.

2. La mujer como figura angelical, de belleza pura y casta y a la vez sugerente, será capaz de sacrificarse para salvar a su amado. Aparece, por ej.,  en “La rosa de pasión” y “La cueva de la mora”.

En muchas leyendas es referente de belleza –ideal estético- , símbolo soñado de la perfección artística ("Los ojos verdes", "El rayo de luna"). Se manifiesta como algo incorpóreo y perfecto, que sólo puede rozarse con las alas del sueño. Cuando aparece como algo diabólico, está definida con rasgos negativos: capricho, frivolidad, coquetería; inductora de las transgresiones ("El monte de las ánimas"). Aunque goza de hermosura, la mujer carece de rasgos concretos. Pero también es caprichosa y tienta al protagonista hasta producirle la muerte o hasta que recibe un castigo. Su imagen tiene relación con la poesía romántica que consideraba a la mujer inalcanzable. Ningún protagonista puede resistirse a sus encantos, a pesar de los consejos que otros puedan darles, y su carácter soñador les lleva a ignorar prohibiciones y a hacer poco caso de su entorno

Se hacen prosopografías o etopeyas que realzan su atractivo, su carácter melancólico:

" la incomparable hermosura de Constanza. Hubiérase necesitado un pecho de roca y un corazón de hielo para permanecer impasible un día y otro al lado de aquella mujer singular por su belleza y sus raros atractivos...".("La corza blanca")

"El carácter, tan pronto retraído y melancólico como bullicioso y alegre de Constanza, la extraña
exaltación de sus ideas, sus extravagantes caprichos, sus nunca vistas costumbres, hasta la particularidad de tener los ojos y las cejas negros como la noche, siendo blanca y rubia como el oro, habían contribuido a dar pábulo a las hablillas de sus convecinos, y aún el mismo Garcés, que tan íntimamente la trataba, había llegado a persuadirse que su señora era algo especial y no se parecía a las demás mujeres".("La corza blanca")

La presencia de la mujer real como un ser diabólico cuya belleza lleva a los hombres a la perdición (La ajorca de oro, El Monte de las Ánimas), su misoginia, le llega del desengaño, por lo que prefiere a la mujer ideal, que es fruto de su imaginación. Este modelo, que también aparece en las Rimas, acaba engañando a los hombres que la persiguen y los conduce al fracaso ("El rayo de luna"," Los ojos verdes", "La corza blanca"), igual que le sucedió al propio poeta.

También abundan los seres sobrenaturales que castigan la profanación de lo sagrado o las prohibiciones. Sebold conecta esto con la presencia del movimiento espiritista en España, que estaba muy de moda en ese momento. Los primeros libros puramente doctrinales del movimiento espiritista español son de 1867 y 1868; pero ya antes la locura espiritista se puso de moda en toda España.

La música era una de los medios que los muertos utilizaban para comunicarse con los vivos a través de los médium. Sebold pone numerosos ejemplos de que tal cosa se produce: el mal organista y la hija de Maese Pérez, cuyos dedos este usa para tocar su órgano después de muerto, son en realidad médiums. En «El Monte de las Animas», la misteriosa vuelta de Alonso, después de muerto, para devolverle a Beatriz su banda azul, la puede haber realizado el joven cazador en su cuerpo astral, forma de existencia intermedia entre la corpórea y la espiritual, en la que, según los espiritistas, los fenecidos moran entre nosotros. En «La promesa», la aparición, suspendida en el aire, de la mano de la ya muerta Margarita, parece una variante de la levitación, procedimiento frecuente entre los espiritistas.