domingo, 17 de noviembre de 2013



INTRODUCCIÓN

  Gustavo Adolfo Bécquer dedicó su vida profesional a las letras. Escribió poesía, obras teatrales, libretos para obras musicales y colaboró en las diversas formas que ofrecía el periodismo de la época. De hecho, fueron sus colaboraciones en periódicos las más numerosas, sobre todo a partir de 1860, cuando empezó a publicar en El Contemporáneo. Aparte de los modelos de su formación sevillana (Rioja y Herrera), la lectura de Zorrilla o Espronceda, también se vio influido por el romanticismo europeo y escritores especializados en lo fantástico y terrorífico (Hoffmann). Todo ello afecta a su producción, incluidas las Leyendas.
   El autor sintió desde joven atracción por este subgénero narrativo, que se manifiesta en sus autógrafos juveniles. También sus amigos sevillanos (como Julio Nombela) recordaban la afición de Bécquer por relatar tradiciones y leyendas que le sugería la contemplación de un monumento. De su recolección de tradiciones asociadas a los lugares que visitaba deriva un trabajo de folclorista, acompañado de un juicio crítico sobre los datos que se le proporcionaban, a veces contradictorios. Consideraba que la tradición era un "elemento importantísimo y del cual no puede prescindirse del todo, so pena de caer en un escepticismo acaso más peligroso que la mera credulidad. Lo que precisa es saber desembarazar la tradición del follaje de las exageraciones que la adorna..."
  Su afición por recuperar la tradición iba acompañada de un afán por recuperar el pasado, de lamentarse por la pérdida de tradiciones y costumbres. En la cuarta de las Cartas desde mi celda  invitaba a escritores y artistas a contribuir a su recuperación. Incluso animaba a los poderes públicos a que fomentasen estas iniciativas: "No pueden ustedes figurarse el botín de ideas e impresiones que, para enriquecer la imaginación, he recogido en esta vuelta por un país virgen aún y refractario a las innovaciones civilizadoras. Al volver al monasterio, después de haberme detenido aquí para recoger una tradición oscura de boca de una aldeana, allá para apuntar los fabulosos datos sobre el origen de un lugar o la fundación de un castillo, trazar ligeramente con el lápiz el contorno de una casuca medio árabe, medio bizantina, un recuerdo de las costumbres, o un tipo perfecto de los habitantes, no he podido menos de recordar el antiguo y manoseado símil de las abejas que andan revoloteando de flor en flor y vuelven a su colmena cargadas de miel. Los escritores y los artistas debían hacer con frecuencia algo de esto mismo."
   En 1857 puso en marcha un ambicioso proyecto, Historia de los templos de España, del que solo se publicó el de Toledo. Formaba parte de un corriente de libros ilustrados que pretendían recuperar la belleza de los monumentos hispanos, comentando su atractivo y acompañándolo de descripciones contextualizadas históricamente.
  Era muy consciente de que vivía épocas de cambio y por eso defendió la recuperación y estudio de las costumbres de todo aquello que parecía destinado a desaparecer arrastrado por la vida moderna. Su hermano Valeriano compartía la idea y recibió una pensión de Fomento en 1865 para estudiar los trajes y costumbres españolas: Valeriano hacía una reproducción y Gustavo Adolfo ponía el texto. El conjunto después era publicado en la prensa. Esto no se opone a la idea de defender la modernidad, a su fe en el porvenir. Él solo se oponía a que el progreso se tuviera que hacer destruyendo el pasado.

LA LEYENDA COMO SUBGÉNERO NARRATIVO EN EL ROMANTICISMO  

   Trueba y Cossío ya publicó en 1930 en prosa e inglés lo que se tradujo al español como España romántica. Colección de anécdotas y sucesos novelescos sacados de la Historia de España(1840). Tanto en prosa como en verso la leyenda aparecía como una actualización de la épica tradicional, y se nutría de sucesos medievales y nacionales. En El Artista (1835-1836) se publicaron varios relatos fantásticos, que después aparecieron también en otras revistas como el Semanario Pintoresco Español (1836-1857) o No me olvides (1837-1838). Compartían estos relatos algunos rasgos como el historicismo medieval, la intervención de lo sobrenatural cristiano o la imitación de leyendas folclóricas.
   Ribot y Fonseré había señalado que la leyenda era accesible a todo tipo de lectores pues no exigía conocimientos previos. Leyenda y novela eran el resultado de la evolución de la épica y se diferenciaban por el uso del verso o la prosa, respectivamente. Aunque muchas leyendas del Duque de Rivas o de Zorrilla estaban en verso, ya señaló Campillo que la utilización del verso o de la prosa no era pertinente y ponía como ejemplo las leyendas de Bécquer.
   García Castañeda definió la leyenda decimonónica como "narración tradicional que no se ajusta a la verdad histórica". Y otros críticos como Lista afirmaban a mitad de siglo que las leyendas podían tratar temas verdaderos o fantásticos, tradicionales o inventados por el autor.
   En cuanto a su contenido, muchas leyendas de la época se situaban en un pasado remoto, normalmente en la Edad Media, que se consideraba especialmente atractiva e idelizada (aunque alguno la considerase real).
    El crítico Sebold puso de relieve que para Zorrilla las leyendas eran composiciones que trataban hechos portentosos, maravillosos o fantásticos.
    La mayor parte de la crítica subraya la originalidad de la leyendas becquerianas. Por un lado, constituyen una superación del cuento legendario romántico, que enlaza con los romances narrativos y el cuento tradicional. De la fusión del cuento, el verso y el folclórico nace la leyenda becqueriana, con rasgos típicos del romanticismo narrativo y de algunas narraciones fantásticas germánicas o anglosajonas. Benítez ve en Bécquer a un recreador que mantiene rasgos de sus predecesores (como la descripción arqueológica o lo sublime terrorífico), pero añade verosimilitud realista, respetando la economía del relato popular, en un ambiente de maravilla lírica similar a los cuentos de hadas.
   Los relatos en prosa de este tipo se difundieron a través de los periódicos. Ya en 1858 la presencia de una leyenda popular casi se consideraba como algo imprescindible en ellos. Esto influyó en su estructura. Se simplifica la trama, se reduce la extensión y se hacen más verosímiles los argumentos.